Publicado originalmente como 'Una utopía llamada Bogotá', este artículo da comienzo a una nueva colaboración de ArchDaily en Español. Se trata de Bogotá Visible, un proyecto de divulgación e identidad digital de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes.
Todo se descubre en avión. Las ciudades, sobre todo, se observan mejor desde lo alto, pues solo así se puede entender su nacimiento, su desarrollo, sus felicidades y tristezas, su economía, sus límites y potencialidades geográficas. “Desde el avión se podrá descubrir de una mejor manera su futuro”, decía Le Corbusier, polémico creador del siglo XX, cuando pensaba en las ciudades modernas. “Y ahora, el sábado pasado estaba en la noche en Nueva York y el lunes en la mañana llegué acá. Es un transporte fantástico".
La primera visita de Le Corbusier a Colombia fue en junio de 1947. Llegó por invitación de Eduardo Zuleta Ángel, delegado del país ante las Naciones Unidas, después de otro de los muchos fracasos arquitectónicos a los que tuvo que enfrentarse en su carrera: había participado en la propuesta para la construcción de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, pero rechazaron su proyecto. Abatido por el No del jurado, Zuleta lo invita a dictar dos conferencias para que el público bogotano conozca sus ideas.
"El urbanismo: ordenador social por excelencia" es el nombre de las charlas, un tema del que ya había hablado dos meses antes en Nueva York, pero que cambió de enfoque con su llegada a la capital. El día anterior de la primera conferencia, Le Corbusier tuvo la oportunidad de reunirse con el entonces alcalde de Bogotá, Fernando Mazuera Villegas, por lo que decide aterrizar las charlas a algo mucho más concreto y aplicable a la realidad. El arquitecto reflexiona:
“Y acá, permítanme ustedes una pequeña incidencia. Hace tres días que estoy en su hermoso paisaje y veo, alrededor de la ciudad y a veces desde fuera de la ciudad y en la ciudad antigua, veo aparecer las leyes esenciales, es decir, el sol, el espacio, el verde, la belleza y el esplendor de la naturaleza”.
Desde esa primera visita, Le Corbusier estaba seguro de que Bogotá tenía las bases de una gran ciudad moderna. Por la ventanilla del avión vio los cerros, uno de los elementos que más admiraba de la capital, pues consideraba que con ellos se encuentra la armonía que todas las ciudades necesitan. Aun así en sus dos conferencias afirmó que lo que le faltaba a Bogotá era un desastre contemporáneo, es decir, entender arquitectónicamente esas leyes esenciales y combinarlas con la noción de civismo para ser magnífica y responder a las necesidades de su tiempo y pueblo. A Bogotá hay que demolerla [bien], reconstruirla y expandirla.
"Ustedes saben que yo soy un gran viajero. Yo sé lo que es viajar"
“Todos los arquitectos hemos estudiado que Le Corbusier vino a Bogotá e hizo un plan que afortunadamente no se hizo porque tumbaba la ciudad", dice María Cecilia O’byrne, profesora de la Universidad de los Andes. "No tumbaba la ciudad, tumbaba el centro de Bogotá. No en un 100%, pero sí en un porcentaje importante más o menos en el que lo terminarnos tumbando. Entonces uno dice, ¿cuál es la discusión? Si Le Corbusier tumbaba una parte del centro que ya no existía por el Bogotazo”, agrega.
Un outsider, así lo define O’byrne, “un genio al que no hemos entendido por estúpidos”. Y es que la mayoría de las críticas que se le han hecho a Le Corbusier y a su pasó por Bogotá se deben a que su visión de ciudad era utópica y avasalladora. Pero, ¿cómo uno de los grandes representantes de la arquitectura y el urbanismo del siglo XX puede ser venerado y odiado al mismo tiempo?
Con tan sólo trece años Le Corbusier decidió dejar la escuela porque creía que la enseñanza estaba muy apegada al pasado y no era divertida. En ese momento dedicó su vida al aprendizaje de la arquitectura, el urbanismo, las artes plásticas y la escritura, y a los dieciocho años construyó su primera casa.
Suizo de nacimiento (La Chauz-de-Fonds, 1887), en 1917 abandona su país natal para irse a vivir a París y ahí, en la ciudad de las luces, es donde ocurre lo extraordinario: el entendimiento de la ciudad y del urbanismo más allá de cualquier teoría.
Con la Revolución Industrial, las ciudades europeas comienzan a crecer abruptamente. La clase proletaria se desplaza y la expansión y las condiciones de habitabilidad se convierten en un tema crítico. La ciudad industrial, gris, llena de humo y con densidades inimaginables comienza a ser replanteada por muchos arquitectos, entre ellos Benezet Howard, de Inglaterra, quien propone las ciudades jardín en 1902.
Con este contexto citadino, Le Corbusier se enfrenta a dos situaciones cuando llega a París. Por un lado, vive la crisis de 1920, las calles se han llenado de carros y hay tráfico. La ciudad se había hecho para coches, para ir a pie, para andar a caballo y definitivamente no estaba preparada para la revolución del automóvil. En ese momento se da cuenta de que el peatón y el carro no son compatibles en la ciudad y en 1922 hace su primera propuesta: “hay que hacer una estructura urbana que separe vehículo de peatón”. Reflexión que publicó después en varias investigaciones en la revista de arte L’Espirit Noveau. Desde ese momento, esa idea se convertirá en su caballo de batalla.
Por otro lado, se da cuenta de que uno de los grandes problemas es la ruptura entre naturaleza y ciudad. Comienza, entonces, a criticar la propuesta de Benezet Howard porque lo que está resultando de las ciudades jardín son suburbios a las afueras, que causan no sólo un crecimiento infinito sino también la ironía de que la ciudad sigue siendo de cemento. Para él esa reconciliación entre naturaleza y ciudad se puede hacer sin salir. Por eso, comenta O’Byrne, propone una reflexión sobre la propuesta de Howard que no es la ciudad jardín horizontal, de casas pequeñas, sino la ciudad jardín vertical: hacer edificios en altura en medio de grandes zonas ajardinadas. Una propuesta que comienza a trabajar desde los años veinte pero que va a ir depurando y elaborando hasta que llega a Bogotá en el 1947.
Un avión pasa acá, es el gran avión trasatlántico
“Le Corbusier hace 21 planes para diferentes ciudades a lo largo y ancho del mundo, pero sólo se construiría Chandigarh en la India, que es un ejemplo magnífico. Antes de Bogotá, había hecho 18 planes” cuenta María Cecilia O’Byrne. Cuando se acabó la Segunda Guerra, el Banco Mundial comenzó a apoyar procesos de modernización en los países de América Latina con el fin de evitar la expansión del comunismo. A esta iniciativa de cambio se le suma que Bogotá en 1947 era un pueblo grande, con no más de 600.000 habitantes, pero que ya empezaba a mostrar datos de crecimiento desordenado y de marginalidad. Por eso la llegada de Le Corbusier a la capital se dio en un momento ideal.
A pesar de que Zuleta lo invitó solamente a dar dos conferencias, los ánimos favorables hacia la modernización de la capital generaron, de forma implícita, un preacuerdo para más tarde desarrollar un plan urbanístico. Las charlas y las reuniones con Mazuera Villegas cumplieron su cometido, pues además del lobby de Zuleta en favor de la participación de Le Corbusier en el plan de renovación, es el alcalde de Bogotá quien solicita su participación en colaboración con la firma Town Planning Associates (TPA) fundada en Nueva York por Josep Lluís Sert y Paul Lester Wiener. Le Corbusier se va de Bogotá con la certeza de ser el creador de una nueva ciudad.
Sert fue el pupilo amado de Le Corbusier cuando era joven. En 1928 lo acompañó en la fundación de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), trabajó con él en su oficina y lo apoyó en el Plan Macia para Barcelona. La Guerra Civil española los separa, Sert decide viajar a Estados Unidos y allí conoce a Wiener. Esta relación previa suponía una amistad entre Le Corbusier y sus colaboradores. Sin embargo, TPA era la empresa que tenía a cargo los planteamientos urbanos que había impuesto el Banco Mundial, razón por la que en Bogotá el plan de renovación se dividió en dos: Plan Piloto o Director (Le Corbusier) y Plan Regulador (Sert y Wiener). “El plan piloto tiene dos momentos: uno es el establecimiento de las ideas generales de ordenamiento del plan, de cómo la ciudad va a tener unas premisas básicas de ordenamiento y eso después entra a un plan regulador que es el que convierte esas premisas generales en normativa para que eso se pueda llevar a cabo”, explica O’Byrne.
Le Corbusier y la TPA contaron, además, con el apoyo de un grupo de arquitectos colombianos de la Oficina del Plan Regulador de Bogotá (OPRB), un organismo creado especialmente para el plan de renovación. El 30 de marzo de 1949 quedaron definidos los alcances, objetivos y responsabilidades de cada uno de los equipos. Bogotá tendría una participación trasatlántica en su proceso de renovación. Le Corbusier desde París, Sert y Wiener desde Nueva York y Herbert Rieter y Carlos Arbelaez Camacho con su grupo de profesionales en Bogotá.
El avión es una cosa prodigiosa, fantástica. Uno puede leer inmediatamente las cosas. Así se ve la manera en que los pueblos son ricos o pobres, con esperanza o sin esperanza
El 9 de abril de 1948, Jorge Eliecer Gaitán, el más firme candidato a la presidencia de Colombia por el Partido Liberal, recibió tres impactos de bala. Su muerte generó rabia, incertidumbre e impotencia en colombianos que veían en él la esperanza política para un país con menos desigualdad económica y una reforma agraria justa. Miles de bogotanos sacudieron la capital y la ciudad quedó devastada por los tres días de enfrentamientos. Según Colombia Aprende, el saldo fue de cerca de 3.000 personas muertas o desaparecidas y más de 146 edificaciones destruidas, sobre todo, en el centro.
Dos años después de su primera visita, Le Corbusier volvió a la capital para firmar su contrato y se encontró con una ciudad colapsada por el Bogotazo. Grandes áreas del centro desmoronadas: sectores donde actualmente quedan la Biblioteca Luis Ángel Arango, la carrera séptima antes de llegar a la Plaza de Bolívar, el sector de Santo Domingo y San Victorino, fueron los sitios donde se hicieron la mayor cantidad de demoliciones por la asonada que vivió la ciudad el 9 de abril.
Después de estos acontecimientos, Le Corbusier pidió todos los planes del crecimiento histórico de Bogotá, un estudio geológico de cómo era la Sabana en términos de terreno, cuáles eran los sitios inundables, cómo funcionaban las lluvias y los vientos, dónde era mejor construir y dónde no. La OPRB hizo unos estudios sobre las densidades que existían en Bogotá y cómo se podían mejorar. Con este material, en agosto del mismo año, los tres equipos se reunieron en Cap Martin, en la residencia veraniega de Le Corbusier, para discutir las ideas que iniciarían el proceso de creación y reconstrucción.
El material que salió de Bogotá para Francia era impresionante. Con lo que quedó del encuentro, Le Corbusier llegó al atelier de la rue de Sèvres a trabajar con Rogelio Salmona, Germán Samper y Reinaldo Valencia, los tres arquitectos colombianos que estaban trabajando en su despacho en esa época y empezaron a hacer la propuesta.
Las siguientes visitas de Le Corbusier tenían ya un objetivo más claro. En el primer semestre de 1950 volvió para trabajar durante un mes con las personas de la OPRB, discutir en qué iban las ideas y visitar varios lugares. Con esta visita logró entregar, en el segundo semestre de ese mismo año, el Plan Piloto. Finalmente, volvió en mayo de 1951 en calidad de asesor de Wiener y Sert, que ya habían tomado el relevo para hacer el plan regulador con propuestas sobre cómo hacer esa regulación a partir de sus proyecciones y diseños.
“Wiener y Sert tienen otra idea de ciudad", cuenta O'byrne. "Solamente con ver el plano uno se da cuenta,: los primeros que le quedan mal a Le Courbsier son ellos dos. Ese es el momento de quiebre en Bogotá: en lugar de seguir mirando a Europa como la fuente de inspiración para la construcción de la ciudad empezamos a mirar a Estados Unidos como nuestro referente”.
Ahí tienen la historia de la nueva América. La nueva, que se descubre ahora por el avión y que puede tener consecuencias fantásticas
¿Cómo sería Bogotá transformada por el Plan Piloto? María Cecilia O’Byrne lamenta especialmente que no se hubieran hecho los siguientes cuatro puntos y comenta:
Los parques
Una son los parques lineales que cogían los ríos y quebradas que venían de los cerros y llegaban al río Bogotá conformando una red por toda la ciudad y convirtiendo al río en el escenario más importante de recreación dominical de la capital del país
El sistema de circulación del centro
El manejo de las circulaciones en el centro de Bogotá. Había una propuesta de cómo generar cuatro islas importantes de tráfico que formaban unas circunvalaciones en esas islas, entre la (Avenida) Cuarta y la Caracas, entre la Veinticuatro y la Sexta con la Jiménez en el centro. Con vías grandes, con vías importantes, con vías que llegaban a zonas de parqueaderos que estaban pensadas para que la gente pudiera dejar el carro y que en el Centro uno caminara a pie
Los trenes
Le Corbusier deja dibujadas todas las redes de ferrocarril que existen en la ciudad porque no había que hacer nuevas, estaban hechas. Había que actualizarlas, mejorarlas y completarlas. Le Corbusier no hizo nada solo los dejó. Ahí están, háganlos
La Plaza de Bolívar
El último es el Centro Administrativo Nacional, la Plaza de Bolívar, poner todos los poderes en un solo espacio. Este es un proyecto que se perdió porque habría que haberlo hecho en los años 50 y tendríamos un monumento de la humanidad en este instante
Del plan propuesto por Le Corbusier quedan el trazado de la 30, la ubicación del DAS y de Paloquemado, centros de barrio como el 7 de Agosto, el 20 de Julio y el 12 de Octubre y núcleos residenciales como el Polo y Niza. Según O’Byrne, los cerros de Bogotá están declarados como Reserva Forestal porque fueron declarados así en el Plan Piloto. “Creo que es en el Plan Piloto donde sale la famosa cota 2.700, que es la cota para que de ahí en adelante se declare reserva forestal. Le Corbusier propone que en la parte en la que se puede construir hay que hacer edificios que no sean paralelos a las cotas de nivel sino perpendiculares, de tal manera que no creamos una muralla que rompa la relación entre la montaña y el plano sino que dejamos la continuidad geológica que se necesita para que la montaña siga participando del llano".
Aunque sí existió cierta indiferencia y colaboración de Sert y Wiener, a esto se suma que cuando ellos van a entregar el proyecto quien los recibe es Rojas Pinilla. Por esto, se puede decir que Bogotá se desarrolla inconscientemente a partir del Plan Regulador que, a diferencia del Plan Piloto, era más conservador, menos visionario y más pegado a ver cómo se podía continuar con la realidad que existía. Le Corbusier quería dar un paso gigante, tenía un discurso radical y transformador y creía en establecer un diálogo entre naturaleza y artificio, abierto y sin sumisiones para ninguna de las partes. "Trabajé por lo que más necesitan los hombres de hoy: el silencio y la paz", lamentaba el arquitecto.
“Le Corbusier tenía una utopía y lo que se hizo fue un plan que respondía a una realidad que nos avasalló, pero tendría que haber una posibilidad entre esa idea utópica y esa otra. La utópica es lo que está escrito en las constituciones y en la filosofía en la que el bien común prima sobre el bien particular", plantea O'byrne.
He visto reuniones con cinco mil y hasta trescientas mil personas que no se han dejado seducir por el avión
Desde la primera vez que Le Corbusier miró por la ventanilla del avión el territorio y la base geográfica de Bogotá, supo que era una ciudad que no estaba aprovechando sus posibilidades de ser fantástica; de ser la muestra perfecta de una ciudad moderna. Pero la capital colombiana no fue la única ciudad que rechazó sus ideas, Le Corbusier hizo veintiún planes piloto de los cuales sólo se desarrolló uno: Chandigarh en la India. Una ciudad que lo entendió, que entendió su utopía y su idea de que el urbanismo se basaba en el desorden. Una ciudad que hoy por hoy es feliz, que se hace llamar a sí misma La Ciudad Linda, la ciudad con el mayor crecimiento per cápita de la India; una ciudad sin pobreza.
“¿Sabe por qué la gente no quiere a Le Corbusier?", pregunta O'byrne. "Le Corbusier es avasallador, no es posible que un ser humano produzca tanto, entonces uno se siente como torpe, como tonto y hay dos posibilidades. Uno entra y mira eso y se siente tan avasallado que dice no, no me gusta, no me interesa y la otra es sumergirse en eso y aceptar su pequeñez y aprender".
Gabriela Gómez es Literata y estudiante de la Maestría en Periodismo del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER).
Este artículo es producto de la entrevista realizada por Gabriela Gómez a la arquitecta María Cecilia O’Byrne, profesora e investigadora de la Universidad de Los Andes especializada en arquitectura moderna colombiana y especialmente en la figura de Le Corbusier y su influencia sobre el urbanismo de nuestro país. María Cecilia es egresada de la Universidad de Los Andes y doctora en proyectos arquitectónicos por la Universitat Politécnica de Catalunya. Ha publicado libros como “Le Corbusier y la arquitectura instalada en su sitio: los museos de Ahmedabad y Tokio” o “XXIV Bienal Colombiana de Arquitectura 2014. 80 años – Sociedad Colombiana de arquitectos. Arquitectura por la reconciliación”. Su trabajo “Le Corbusier en Bogotá 1947-1951”, que forma la base de este artículo, fue ganador de la XXlV Bienal Colombiana de arquitectura en la categoría de divulgación y publicaciones.